domingo, 21 de febrero de 2016














































FACTORES DETERMINANTES EN EL CAMBIO CULTURAL DE UNA ORGANIZACIÓN.

FUNCIONES DE LA CULTURA ORGANIZACIONAL.

En una organización, según Nelson y Quick (2013) la cultura cumple cuatro funciones básicas:

1)   Brindar una sensación de identidad a los miembros y aumentar su compromiso con la organización. Esto quiere decir que los empleados encuentran su trabajo satisfactorio cuando interiorizan los valores de la compañía y se identifican con sus compañeros;
2)   Proporcionar a los empleados un medio para interpretar el significado de sucesos organizacionales. Se puede utilizar símbolos organizacionales como los logos corporativos para que los empleados puedan comprender la naturaleza cambiante de su identidad organizacional;
3)   Reforzar los valores de la organización; y
4)   Servir como mecanismo de control para modelar el comportamiento.

Otra aportación sobre las funciones de la cultura organizacional, es la realizada por Lucas y García (2002) quienes preguntan: ¿Para qué sirve la cultura? y tratan de ver su utilidad mediante las siguientes dimensiones:

a)  Dimensión simbólica: fuentes de sentido. Aquí la cultura que es compartida en las organizaciones tiene que ver con la necesidad de los seres humanos de encontrar significado en la realidad y dar sentido a lo que hacen, a las tareas que desarrollan y a las metas que persiguen. La vinculación entre individuo y organización no está limitada a la prestación de un servicio a cambio de un sueldo, sino a la incorporación de otras dimensiones, como el desarrollo de redes sociales, de retos comunes y compromisos mutuos, definidos todos ellos con el criterio de significación de una cultura compartida;
b)  Dimensión instrumental: tipos culturales. La dimensión instrumental de la cultura es consecuencia de su vinculación con la motivación e identidad de los miembros de la organización. En ese sentido las actitudes y comportamientos de sus integrantes pueden ayudar o dificultar el logro de sus propios fines. La cultura es definida aquí por los autores como un recurso más que se debe gestionar, como un instrumento para la consecución de las metas de la organización. Desde esta perspectiva, se ha estudiado la coherencia de la cultura con los planes estratégicos, experimentándose diversas formas de actuar con los contenidos culturales. Considerando los diferentes tipos de estrategias que una compañía pone en ejecución, se pueden delinear los siguientes tipos de cultura organizacional: las emprendedoras (facilitan la adaptación a entornos cambiantes), las de misión (propias de empresas que enfatizan el servicio al cliente), las de clan (se dan en organizaciones orientadas más a procesos internos que a los resultados externos), y las burocráticas (enfatizan el cumplimiento de reglamentos y procedimientos establecidos para el logro de objetivos);
c)  Dimensión estabilizadora: ambivalencia de la cultura. La cultura compartida es un importante factor de cohesión interna. Contribuye al buen desempeño de la organización, dado que favorece conductas útiles para el logro de las metas colectivas. Como ejemplo, una cultura de misión explica que los empleados alarguen su jornada para conseguir entregar a tiempo un pedido. Cuando la cultura implica valores asumidos personalmente, elimina la necesidad de supervisión estricta o de continuos incentivos. La cultura es un factor de motivación para los empleados. Pero también genera compromisos que vinculan a la dirección, como es el respeto mutuo y mantener un buen clima laboral. Por último, la cultura también es un factor de estabilidad en el tiempo: evita la necesidad de repetir constantemente las normas, procedimientos y modos de hacer las cosas, propios de una organización.

IMPORTANCIA DE LA CULTURA ORGANIZACIONAL.

La cultura organizacional es la médula de la organización que está presente en todas las funciones y acciones que realizan todos sus miembros. Esta nace en la sociedad, se administra mediante los recursos que la sociedad le proporciona y representa un factor activo que fomenta el desenvolvimiento de esa sociedad.

La cultura determina la forma como funciona una empresa, ésta se refleja en las estrategias, estructuras y sistemas que presenta la misma y puede ser aprendida, evoluciona con nuevas experiencias, y puede ser cambiada para bien si llega a entenderse la dinámica del proceso de aprendizaje. Dicha cultura tiene la particularidad de manifestarse a través de conductas significativas de los miembros de una organización, las cuales facilitan el comportamiento en la misma y, se identifican a través de un conjunto de prácticas gerenciales y supervisoras, como elementos de la dinámica organizacional. Es importante conocer el tipo de cultura de una organización, porque los valores y las normas van a influir en los comportamientos de los individuos.

En este sentido, diversas son las razones de la importancia que tiene la cultura organizacional para el éxito de una empresa. Entre las principales a las que hace referencia Newstrom (2007), se encuentran:

a)   Generar una identidad organizacional a los empleados; esto es, una visión que define lo que organización representa.
b)  Es también una fuente importante de estabilidad y continuidad para la organización, dando un sentido de seguridad a sus miembros.
c)   El conocimiento de la cultura organizacional ayuda a los empleados de nuevo ingreso a interpretar lo que está sucediendo dentro de la organización, pues les proporciona un contexto pertinente para hechos que de otra manera serían ambiguos.
d)  Por último, las culturas ayudan a estimular el entusiasmo de los empleados al reconocer y premiar a los individuos de alta productividad y creatividad; además que sirven como modelos de referencias que es posible imitar por los miembros que comparten la cultura de la organización.

FACTORES QUE DETERMINAN LA NECESIDAD DE CAMBIO CULTURAL EN UNA ORGANIZACIÓN.

La palabra cambio, literalmente, significa: acción y efecto de cambiar; no obstante, el término se conceptualiza como el hecho de dar, tomar, poner una cosa o situación por otra. En esta última definición, es preciso considerar el amplio sentido con el cual se debe entender la palabra cosa o situación para lograr ubicar este concepto en el estudio del comportamiento organizacional. El cambio es un proceso a través del cual se pasa de un estado a otro, generándose modificaciones o alteraciones de carácter cuantitativo y/o cualitativo de la realidad.

Por otra parte, el CAMBIO ORGANIZACIONAL puede definirse de las siguientes maneras: 

1)  Capacidad de adaptación de las organizaciones a las diferentes transformaciones que sufra el medio ambiente interno o externo, mediante el aprendizaje.
2)  Es un conjunto de variaciones de orden estructural que sufren las organizaciones y que se traducen en un nuevo comportamiento organizacional.

Algunos ejemplos de cambios en las organizaciones son:

      Cambiar personal (de cualquier nivel alto, medio o bajo).
      Poner en marcha nuevos procedimientos de trabajo.
      Modificar los horarios de trabajo.
      Remodelar, reubicar o ampliar las instalaciones.
      Incorporar nuevas herramientas, maquinaria e instrumentos de trabajo (tecnología).
      Cambiar las políticas, programas, presupuestos y planes.
      Reducción de personal.
      Cambio del domicilio de la empresa.
      Creación de nuevas unidades de negocios.
      Rediseñar, total o parcialmente la estructura organizacional.
      Adquirir nuevos negocios.
      Fusionar empresas




Bibliografía.

Nelson, D. & Quick, J. (2013). CORG. Comportamiento organizacional. 3a ed. México: Cengage Learning Editores, S.A. de C.V.
Lucas Marín, Antonio y García Ruiz, Pablo. 2002. Sociología de la Organizaciones. McGraw  Hill. Madrid. España.
Newstrom, J. (2007). Comportamiento humano en el trabajo. 12a edición. México: McGraw Hill/Interamericana Editores, S.A. de C.V.
Robbins, S. (1996). Comportamiento Organizacional, Teoría y Práctica. Séptima Edición, Traductor: Adolfo Deras Quiñones, México: Prentice-Hall Hispanoamericana, S.A.

EL VALOR ESTRATÉGICO DE LA CULTURA ORGANIZACIONAL.

EL VALOR ESTRATÉGICO DE LA CULTURA ORGANIZACIONAL.


La elaboración de la estrategia implica el conocimiento de la situación y los recursos disponibles, para a partir de ahí, desarrollar una serie de acciones orientadas a la consecución de una situación futura mejor. Entre estos recursos disponibles, no se debe olvidar los recursos humanos que son, en definitiva, los principales responsables de todo el procedimiento estratégico y los portadores  de la cultura organizativa; si una estrategia persigue el logro de una serie de metas y objetivos acordes con una misión o fin, debe ser congruente con la cultura de la organización.

Estos dos conceptos no deben ser analizados de forma independiente, sino recogiendo en todo momento su interrelación, ya que el éxito o fracaso de un plan estratégico puede depender en gran medida de la relación entre cultura y estrategia. La viabilidad de la estrategia a implantar dependerá no sólo de la forma de percibir el entorno o la utilización de los recursos disponibles, sino también de que cultura y estrategia estén en congruencia. Por lo tanto, cuanto más potencie la estrategia los puntos fuertes de la empresa y de la cultura vigente en ese momento, más posibilidades de éxito tendrá y más fuerza frente a una competencia.

LA RELACIÓN ENTRE CULTURA ORGANIZACIONAL Y ESTRATEGIA.

La cultura organizativa no sólo impregna toda la red de creencias, valores y comportamiento del personal, sino también las decisiones de la administración, al tratarse de una variable que condiciona la forma de actuar de los directivos (Schein, 1991b; Bass y Avolio, 1993) y establece por lo tanto un orden de prioridades de los objetivos a perseguir. Por su parte,  Menguzzato y Renau (1991) señalan que los directivos no sólo crean cultura sino que además son influidos por ella, de tal modo que el conocimiento de su comportamiento es un factor a tener en cuenta en el estudio de la cultura; en consecuencia, podemos afirmar que la cultura influye en la elaboración de la estrategia al ser algo presente en la mente de los directivos (O'Reilly, 1989; Schein, 1991b). La cultura recoge, pues, elementos que inciden en la estrategia a través del comportamiento de los individuos:

1)  Porque influye en la elaboración de la estrategia al ser algo presente, consciente o inconscientemente, en la mente de los directivos.
2)  Porque según esté o no de acuerdo con la filosofía empresarial, la estrategia se implantará con total normalidad o encontrará cierta resistencia.
3)  Porque si la estrategia se basa en los puntos fuertes de la cultura, estos se convierten en un potencial inigualable y estimulante que facilitará enormemente el éxito de la propia estrategia.

El énfasis que en los últimos años se ha hecho en la variable cultura como clave del éxito o fracaso de la implantación y desarrollo de las estrategias, ha llevado a la definición de la denominada “cultura estratégica", entendida como el conjunto de normas y valores de un grupo social que determinan sus preferencias por un tipo concreto de comportamiento estratégico (Ansoff, 1985). Así también, Bueno (1989),  interpreta la cultura de la empresa como un elemento de cohesión y de impulso del sistema de dirección estratégica, y define por tanto la cultura estratégica como "el conjunto de valores y normas compartidas por los partícipes de la organización que llevan a unas actitudes y posturas estratégicas".

En este sentido Peters y Waterman (1982), atribuyeron el triunfo espectacular de algunas empresas a su mentalidad estratégica, concluyendo que las importantes diferencias entre empresas dependían de las diferencias en sus culturas organizativas. La importancia estratégica de la cultura ha sido destacada igualmente por Schmalensee (1985), al distinguir tres enfoques tradicionales a la hora de explicar las diferencias de las empresas en la obtención de beneficios: la primera aproximación, viene constituida por las proposiciones de la economía industrial clásica; la segunda, responde a la corriente revisionista dentro de la propia economía industrial; mientras que un tercer enfoque, que el autor denomina “managerial”, se debe a la idea ampliamente extendida de que unas empresas están mejor gestionadas que otras, y que pueden aprender importantes habilidades de gestión que no son específicas de la industria.

Señala a su vez O'Reilly (1989), que la noción de cultura se ha utilizado de diversas maneras, destacando que la misma constituye un medio de promoción de la estrategia, debido a que las normas de la organización ayudan a ejecutar la estrategia; ejemplificando que, si la estrategia de una organización es competir en innovaciones, más que en precios, habrá que analizar qué normas promueven de manera activa la generación de nuevas ideas y ayudan a poner en práctica nuevos enfoques, y qué normas obstaculizarán estas estrategias. Asimismo, expresa que para poner en marcha una estrategia y tener éxito, es necesario contar con una cultura adecuada, así, conforme la organización crece y las estrategias cambian, es necesario que la cultura refleje la nueva dirección.

En este mismo orden de ideas, señala Daft (1998), que la estrategia y el entorno son grandes influencias en la cultura organizativa, por lo que la propia cultura ha de incorporar lo que la organización necesita para ser efectiva en su entorno. Así, por ejemplo, si el entorno requiere flexibilidad y capacidad de reacción, la cultura debe estimular la adaptación y el cambio. Vale la pena señalar también, el aporte de Gordon (1986, 1991), quien destaca que las organizaciones pueden desarrollar distintos patrones culturales dependiendo de la competitividad y expectativas del sector en que operen, ya que dentro de las industrias las empresas desarrollan creencias compartidas sobre cuáles son las estrategias apropiadas.

Finalmente, señala Daft (1998), a partir de la revisión de diversos estudios de cultura y efectividad, que el ajuste entre estrategia, entorno y cultura, está asociado con cuatro categorías de cultura (véase Figura 5.1), que se basa en dos factores: La medida en que el entorno requiere flexibilidad o estabilidad y el grado en que el enfoque estratégico es interno y externo. Las cuatro categorías asociadas con estas diferencias son:

a)  Cultura de adaptabilidad. Esta cultura se caracteriza por un enfoque estratégico en el entorno que hace énfasis en la flexibilidad y el cambio para satisfacer las necesidades del cliente. La cultura estimula normas y creencias que apoyan la capacidad de la organización para detectar, interpretar y traducir señales del ambiente en respuestas conductuales nuevas. Aunque este tipo de organización no sólo reacciona con rapidez a las modificaciones ambientales, sino que crea el cambio. La innovación, la creatividad y la toma de riesgos se aprecian y premian.
b) La cultura de misión. Es adecuada para una organización preocupada por el servicio a los clientes, pero que no necesita un cambio rápido. Esta cultura se caracteriza por su acento en la misión de la organización y en el logro de objetivos como crecimiento de ventas, rentabilidad o participación en el mercado, para ayudar a alcanzar dicha misión.



Bibliografía.
ANSOFF, H.I. (1985): La dirección y su actitud ante el entorno, Deusto, Bilbao.
BASS, B.M. y AVOLIO, B.J. (1993): “Transformational leadership and organizational culture”, Public Administration Quarterly, 17(1).
BUENO, E. (1989): Dirección estratégica de la empresa, Ed. Pirámide, Madrid.
DAFT, K.L. (1998): Teoría y diseño organizacional, International Thomson Editores, México.
MENGUZZATO, M. y RENAU, J.J. (1991): La dirección estratégica de la empresa: Un enfoque innovador del management, Ariel Economía, Barcelona.
O’REILLY, C.A. (1989): “Corporations, culture and commintment: Motivation and social control in organizations”, California Management Review, 31.
SCHEIN, E.H. (1985): Organizational culture and leadership, Jossey Bass, San Francisco.
(1991a): What is culture?, en FROST, P. et al. (Ed.): Reframing organizational culture, Sage, Newbury Park, New York.
(1991b): The role of the founder in the creation of organizational culture, en Frost, P. et al. (Eds.): Reframing organizational culture, Sage, Newbury Park.
SCHMALENSEE, R. (1985): “Do markets differ much?”, American Economic Review, 75